miércoles

História de micro III

(Viene de Historias de Micro II)

le dije,... sin esperar una respuesta lo siguiente: "Señor Carabinero disculpe, buenos días, yo soy estudiante y venía a bordo de este microbus, y quiero decirle que este sujeto (indicando con mi dedo en la nariz del chofer, siendo esta la parte que menos debe haberle gustado), es un tarado, no podría por ningun motivo andar suelto en las calles, menos a bordo de un bus de este tamaño". El Carabinero, algo sorprendido arriezgó una mirada de reojo hacia el chofer como para evaluar su reacción. Este estaba tan sorprendido como el Carabinero y a pesar de tener la cara morada de ira se portaba no obstante como un caballerito. Y seguí yo con mi discurso cual metralleta: "...este señor viene desde la Rotonda Atenas riendose mientras encierra a otros autos, toma curvas peligrosas a toda velocidad, frena y acelera sin esperar que los pasajeros tomen asiento, con decirle que casi mata a una abuelita quien se bajó de la micro catapultada, obligada de un frenazo, pues este individuo se negó a parar como se debe en el paradero...." (Reconozco que este punto es algo falso, pero remplaza el episodio original con igual realismo, así que para hacer las cosas más simples, lo inventé). El Carabinero, haciendo caso omiso a la opinión del chofer, quien arriesgó un "ná que ver oiga", me dio las gracias y me dijo que con esos antecedentes tomaría las providencias necesarias.

Al haberme bajado de la micro, no me quedó otra que seguir a pata nomas, así que procedí a darme media vuelta y seguir mi camino sintiéndome un poco guevon por haberme bajado de la micro, pensando en las varias cuadras que me quedaban. No creo que el chofer me hubiese aceptado de vuelta, esta claro, y tampoco hubiese dudado en utilizar el bate de beisbol que bien sabemos traen consigo los choferes, y cuando no un largo cuchillo, al cual se refieren con cariño como 'la cortante'.

Mientras caminaba ya aliviado por la lindas y extensas veredas de Providencia, sintiéndome cual ciudadano modelo, casi llegando a mi destino siento que a unos metros a mi izquierda se para una micro a media cuadra y alguien me dice, "oye cabro!", y yo, que a esas alturas como que ya había olvidado el asunto, miro y veo al cultivo de malos sentimientos, el chofer de la 315 El Cortijo-Las Parcelas, quien me dice muy relajado, moviendo la cabeza de arriba a bajo, como diciendo 'esta la ganaste tu, pero me debes una', luciendo su cara de maleante con tajo incluido y nariz de boxeador de seco pa' los combos. Estaría mintiendo se digo que no me bajó una especie de ganas de mearme, una sensación de pánico, como si viera en el fondo de sus ojos negros de odio la guillotina de la muerte a solo unos metros a mi izquiera, o peor, mi sentencia de muerte, sobretodo cuando Fitipaldi gritó a todo pulmón, a vista y paciencia de las todas las ricas secretarias que a esa hora se paseaban por cerca de Lyon, y sin discreción ante ningún pasajero escupió: "Me las vay a pagar cabro conchadetumadre! Cuando te vuelva a pillar te voy a hacer cagar cabro reculiao!"

Luego del rosario sentí que las piernas me caminaban solas, como para no mostrar la hilacha y salir corriendo despavorido luego de tal despliegue de odio contenido, sintiéndome algo arrepentido de haberme metido en la pata de los caballos. Traté sobre humanamente de actuar con naturalidad, y guardando la calma le respondí, tratando de contener la voz de pito que se me quería escapar "cuando quiera pos papito".

Y este, mirando por el retrovisor, por si nuestro salvador el carabinero, el amigo en el camino no andaba cerca insistió, "nos vamos a encontrar algún día gueon y ahí me las vay a pagar, te prometo, te tengo cachadito". Y yo impertérrito (al menos por fuera), le dije: "bájate del caballo de una vez pos", y volví a respirar solo cuando la micro se alejaba por Providencia, mientras algunos pasajeros mi miraban con mezcla de risa y terror en la cara. Otros pasajeros, camuflados de su verdugo en la cortina del bus, me miraban con risas nerviosas, y paraban el dedo gordo como diciendo "guena compáreeee". Yo, con mi cara de super héroe (con unas repentinas ganas de ir al baño), seguí caminando mientras la gente a mi alrededor me seguía mirando. Y si bien el tipo había partido, me cayó la teja de la calidad de la amenaza que el chofer de la única línea de micro que me servía me había hecho, y el 'pequeño' problema de movilización que por choro de cuarta categoría me acababa de ganar.

Fueron meses los que me la pasé afinando la vista medio camuflado detrás del paradero antes de subirme a cualquier 315 El Cortijo-Las Parcelas, con tal de no encontrarme a "Chucky el Chofer Asesino" o peor, subirme por descuido en su mismísimo terreno de guerra. Se me ocurrió pensar en los distintos medios de venganza que el Fitipaldi del transporte urbano habría maquinado contra mi, siendo el que más me preocupaba el que me atropellara con paradero y todo. Un día llegué a soñar que me quedaba de último pasajero, y él cerraba todas las puertas y me sacaba la prometida concha de mi madre.

Hoy, miro hacia atrás y solo queda darme cuenta que como pasajeros hemos sido extremadamente valientes, aunque inocentes, pero sin quererlo bravos. Hemos sido generaciones enteras que dejamos transportar nuestras vidas a bordo de esas máquinas de tiempo, que ante el más mínimo descuido te llevarían innecesariamente a mejor vida. Familias enteras que dejaron transportar sus hijos, y con igual riesgo sus madres, sus embarazadas, con solo mínimos reclamos, sus sueños y esperanzas por un hilo conductor delgado e inseguro. Hemos sido millones que a lo largo de los años hemos depositado la gran inversión de nuestras vidas en una sola y débil canasta, arriesgándolo todo, lo único que tenemos. Más vale que el nuevo y revolucionario modelo funcione, pero que más dá luego de tantos años. Que más da si tan poco hemos recibido, si tan poco hemos exigido.
Buena suerte al Transantiago, que llega muy tarde o quizá muy temprano. Mejor suerte aún a nosotros los usuários.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajjaja, muy buena la historia.
Yo también espero que esta "revolución" que al principio partió como las pelotas, tome vuelo de a poco. Ningún cambio es fácil (ni rápido), menos algo tan trascendental como el transporte público.
Sólo paciencia.
Saludos.
p.d: tratando de volver.

Montserrat Nicolás dijo...

Qué pluuuuma!
Con miedo al ridículo, decimos CHAPEAU RETA!

Nos haces reir...valiente soldado de patas...

Cheers,

Anónimo dijo...

jajajajajajajajaja
como puede ser posible que me cambies el día con tan agradables historias,

Voy por mi ron cola

V dijo...

Fitipaldi encocado,jajajajjaa..Excelente historia perrito,wenísima.Claro que transtgo de mierda me hace tomar 3 micros donde antes tenía que tomar 1 para algo que queda a 10 mtos de mi casa como el parque arauco,en fin...Ojala mejore no más,lo weno es que van tan llenas las micros "locales" que aunque vayan rajaos imposible caerse,jaja.Saludos perro choco,siempre alegras el dia.

Unknown dijo...

Excelente crónica! Me trajiste al recuerdo varias andanzas con los temibles choferes, sobre todo cuando como escolar -el pasaje costaba diez pesos!- nos tiraban las monedas a la cara y nos obligaban a bajar. Además en su mayorìa eran soplones, siempre prepotentes... No por nada salieron con varias micros quemadas en cada protesta contra el pin8. No creo que haya sido por puros mòviles polìticos, más de alguna revancha secreta se habrá cobrado por ese medio... El transantiago será menos heroico que aquellos tiempos, pero todos tenemos la esperanza que aporte a resolver algo tan bàsico como no perder la vida por usar el transporte pùblico!

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