miércoles

História de micro II

(Viene de Historias de Micro I)

Los 10 a bordo de la micro íbamos espantados. En años de pasajero nos había tocado tamaña indolencia choferil. Se me metió en la cabeza que nuestro sujeto tenía su capacidad de razonamiento seriamente damnificada, pues luego del acto de tamaña indelicadeza con la abuelita le dió ahora por hacerse el kamikaze, saltándose dos luces rojas, y encerrando a dos motociclistas. A unos 90 kilómetros por hora hizo Plaza Atenas - Tobalaba en unos 2 minutos y medio, pues desde que me subí la misma melodía 'sound' resonaba por los parlantes y contusionaba mi discutible sensibilidad musical. El peligro era tal que llegando a Escuela Militar una señora se bajó de la micro casi corriendo, en estado de pánico mientras alegaba "por dios, usted se volvió loco, deberían meterlo preso!" y este dijo como para si mismo pero a viva voz, con una pronunciación algo arrastrada y que indicaba un fuerte resentimiento social "caaaallate vieja culiá".

Y luego al partir "Ya ya ya, subiendo rapidito" dijo a los nuevos pasajeros, a quien pretendí poner al tanto de la situación, pero este como intuyéndolo pisó a fondo, para nuevamente seguir con su coctelera de encerronas, frenadas repentinas, acerruchadas y garabatos, mientras bajaba por Apoquindo a toda velocidad, hasta llegar a media cuadra de Tobalaba, cuando repentinamente a nuestras espaldas sentimos algo que se asemejaba con exactitud a la sirena de un carro policial, la cual borró de una vez la mirada enajenada de nuestro chofer, quien fijó con preocupación sus ojos de tarado en el espejo retrovisor mientras estacionaba la micro en la berma de la avenida....

Un señor de uniforme verde, cuya silueta parecía inequívocamente a la de un Carabinero, se dirigió lentamente hacia la cabina del bus, con ambos pulgares afirmados de los pliegues de su traje. Se paró bajo la puerta del chofer y le dijo con una voz firme e infundada de autoridad: "Buenos días, proceda usted a apagar la máquina y baje inmediatamente con sus documentos en mano". El chofer, para sorpresa de todos, le responde ofendido: "¿pero porque mi cabo?". Ante esto, el carabinero procedió una vez más a indicarle las instrucciones anteriores de esta vez más despacio, y sin pestañar se alejó libreta en mano para proceder a escribir el parte policial.

Al interior de la micro, había una mezcla de expectación, decepción y júbilo. Varios hubiesen querido seguir de largo y llegar adelantados a sus destinos, encantados de tener a un Fitipaldi encocado de chofer. Otros como yo estábamos aliviados de que alguien le fuera hacer saber a ese troglodita del transporte urbano, que no se mandaba solo y que esa no era una forma aceptable de comportamiento civil, menos estando sentado arriba de 300 caballos de fuerza mal administrados.

El chofer bajo de la micro y sostuvo algo como un diálogo con el Carabinero, que más parecía una conversación entre un loco y una roca.

Yo desde lejos trataba de escuchar y leerle los labios y enterarme de la insólita explicación del terrorista que llevábamos de conductor, pero me fue inútil. Así que pensé por breves segundos y me dije: "esta es mi oportunidad, este delincuente me debe una, y este es el momento en que me las va a pagar", así que procedí a levantarme mientras mis compañeros de viaje mi miraban con sorpresa al dirigirme hacia la puerta de la micro. Me bajé y con decisión me acerqué hacia donde estaba el Carabinero arengando como un niño al Fitipaldi de pacotilla. Y le dije....

1 comentario:

Montserrat Nicolás dijo...

y le dijistes qué cosa?????
Suspenso...

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