jueves

A ciegas...

Una niña ligeramente sobrepasada de peso, compartía mesa con una amiga y un tipo delgado. Estaban a muy poca distancia. Me sorprendió el hecho de que estaba sentada con las piernas completamente abiertas, brindándome lo que en otras circunstancias sería la más interesante de todas las vistas. Ella despreocupada, sonreía a los comentarios de su amiga, otras gordita de fácil conversa. Me fijé que su cartera estaba muy cerca mío, al alcance de mi mano. Que oportunidad pensé. Si fuera un delincuente no me faltarían oportunidades en este país, con lo distraído de los gringos.
Repentinamente vino a mi una rubia bastante atractiva, preguntandome si me llamaba Martin. What? le dije yo, Who? Y ella me sonrió y dijo, I am sorry, pensé que eras alguien que ando buscando... Se dio la media vuelta hacia trás, donde alguien le hacia señas. Era un gordito bien rosado, con cara de amable, sentado un par de mesas atrás. Se saludaron animosamente y ella se sentó a su lado. Ella le decia que le había parecido difícil adivinar de la nada quien sería él. Entendí inmediatamente que se trababa de una cita a ciegas. La forma como la rubia mantenía el control de la situación además de su excesiva simpatía me indicó que rosadín no tendría la más minima posibilidad con ella. Se me ocurrió que la rubia hubiese preferido que Martin fuera yo. Usualmente no tengo esos pensamientos, pero se me vino esa idea instantáneamente a la cabeza. Es que el gordo no tenía por donde. La verdad que yo tampoco, era como mucha tierra pa' tan poco camión, pero creo que nos hubiesemos caído bien. La rubia y rosadín no estuvieron mucho tiempo allí: Lo noté pues yo con el rabillo del ojo los observaba obsesionado. En los pocos minutos que estuvieron allí no pude más que desear que las cosas salieran bien para el animado gordo. Me dieron ganas de darle unos consejos y reprocharle el excesivo interés que demostraba por esa mujer que no hacia más que despreciarlo.

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