lunes

Se acabó...

Y eso fué. Mi aventura por Washington se acabó. Hace unas 3 horas atrás el avión despegó desde la loza del Reagan National Airport, y atrás quedó el verano ardiente y húmedo del Distrito de Columbia. Seis años de mi vida turistera que quedaron estampados en las calles de Dupont, en un asiento del metro que queda disponible y que tomará otro viajero de paso al igual que yo. Washington quedará en mi memória como la ciudad de la cual renegué sin descanso, pero de la cual no fue fácil partir. Es que lleva consigo todo el sabor de un imperio que hace tanto daño, pero que se enorgullece en ello, en el chovinismo descarado de sus construcciones. Pero la habitan personas, que como uno, buscan y se hacen en ella rincones que permitan un desahogo a la artificialidad de su imponente monumentalidad.

Atrás queda Washington. Quedan sus senderos, donde con ella, que siempre estuvo allí, rogandome en silencio que despertara, nos metíamos en bicicleta días enteros. Esos parques verdes y bellos de morirse, tan contradictórios a la ciudad, donde aprendimos a conocernos y donde decidimos enfrentar juntos lo que viniera. Que seria de Washington sin sus senderos, sin sus bosques donde miles de nosotros nos refugiamos? Washington no podría vivirse, como no lo podía yo antes de conocerlos, de conocerte. Que sería de ti ciudad de Washington? Te llamarías Lobbyington, o Empirenton, o quizá Hipocriton DC? No importa.
Lo que si importa es, que sería de mi sin ti. Que me llevaste de la mano y me dijiste que a mi nada me pasaría, que era tuyo, oyes? Me miraste tan fijamente y con tanto convencimiento que no me atreví insinuar contradecirte.

Y me fui interesando en esta montaña de cemento y marmol, poblada de gente a la cual nunca entendí bien, pero con la cual pude compartir espacios. Si al final usufructuamos todos del mismo aire puro, del buen transporte, de la lectura en el metro, nos quejamos juntos de las sirenas exageradas de la comitiva del jefe máximo, como si a alguien realmente le interesara. Al final no nos mezclamos, solo compartimos con un mútuo respeto, sin ofendernos. A ti ciudadano de Washington (y porque no de Estados Unidos), no te dejes convencer tan facilmente, que no crean que eres tan estupido. La felicidad no basta con tener las condiciones para consumir tranquilamente, eso no es lo que hace un país libre. No te dejes esclavisar tan docilmente. No hagas un uso tan deslenguado de la palabra libertad, asumiendo que lo eres pero sin saber su significado.
Mi cosecha es contundente y sin orden de importancia:
Aquí aprendí harto, aquí inicié esta bitacoreta con la cual he aprendido la importancia de tener una opinión (no que la tenga demasiado formada), me conocí un poco más, descubrí buenos libros, olvidé prejuicios, traté de superarme, de aguantarme y quererme un poco más, y si bien alcancé a dimensionar lo chovinista, clasistas y provincianos que somos en Chile, también descubrí cuan chileno soy y cuanto amo y admiro lo que tenemos en Chile y la urgencia de mantenernos inmunes a la aculturización que vive latinoamerica, producto de este mismo páis que ahora dejo con algo de tristeza, melancolía, pero con algo de alivio.

Aprendí que Estados Unidos es un país bello y diverso, al igual que Chile. Aún así no tenemos porque fundirnos con ellos ni modelarnos a su semejanza.

Mi cosecha son algunos amigos, que me alcanzan de sobra en una mano. Tu eres lo más importante de mi cosecha, si, usted ahí sentadita.

Washington tiene sonidos que voy a extrañar, tambien su silencio. Es el metro llegando, el viento barriendo, los truenos rebentando en el cielo y en nuestra ventana, el bullicio mundano de Dupont.

Washington tiene sabor a música. Música de Thievery y el 9:30, del pasto húmedo de verano de un picnic en el Wolf Trap, cuando brindamos con las copas en alto, por esa negra de voz deliciosa llamada Cesarea que cantaba solo para nosotros, a la Straisend y Redford en una pantalla gigante de un ciclo de cine antiguo al aire libre, a filmes de los lugares más increíbles del planeta, en un festival de cine internacional imperdible, a nuestra música, a Delaila.

Washington no pudo existir sin eso, hubiese sido unbereable, ni tampoco podría existir tu, mi, nuestra casa, y la luz de la luna que llena iluminaba los muebles, las copas de los árboles que rodean la autopista a lo lejos, la brisa de verano que por la ventana abierta ventilaba nuestros sueños, los patos y sus coqueteos nocturnos, el sol rojo que despedía cada día y que teñia nuestro rincones de un naranja nostalgico y furioso. También la nieve y el cielo triste gris de un invierno que parecía no acabar nunca.

Es el amanecer azul y verde y el ocre otoñal, tanto como un desayuno de domingo en la alfombra, el periódico, los libros, el pasto, las caminatas. Son las bicicletas que hibernando, esperan junto a los interminables senderos, el túnel y tu sonrisa, nuestra vuelta allá al borde de la bahía.

5 comentarios:

Montserrat Nicolás dijo...

volverás?

Anónimo dijo...

I'll be back...

Anónimo dijo...

Si, Washington queda atras y temporalmente yo en ella... Pero no desespere mi principe turista, dentro de poco tiempo estaremos descubriendo en su hermoso pais mas senderos, olores, sabores, sonidos y formas de amar... Un rincon nuevo, pero con mas amor...
TA, Ju

Unknown dijo...

Leí y me aburrí. Igual voy a opinar. Esta es la historia de otro socialista "renovado". El quiere gozar con todo, pero privando a los demás de todo. Mientras más idiotas y tonots útiles lo sigan y le crean mejor. Bueno, él es un tonto útil más, cuyo cerebrito tiene un chip que se prende desde la Moneda: "No a los ricos y al consumismo, loco (mientras yo lo paso bacán a todo lujo)". En fin, historia repetida. Chao

Unknown dijo...

excelente!

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