El Mirador que aun existe, a solo 10 minutos del centro...
Eran cerca de las 9 de la noche. Habia terminado el trabajo y los compromisos que una vez más me habian llevado a Santiago de Chile. Sentía un relajo profundo, junto a una cierta nostalgia pues se acercaba la fecha de la partida...una nueva partida. Otra entre tantas habidas, una más entre tantas que vendrán. Tomé el manubrio con decisión, aunque sin saber donde me guiaba. La noche estaba luminosa. Una luna llena se lucia fresca en el parabrisas. No sentia ganas de ver ni hablar con nadie. Solo tenía ganas de hablar conmigo mismo, recordar los últimos días de años atrás en Santiago. Recordar que fue importante años atrás, quien fui, y como actuaba... y mirar hacia adelante, hacia el futuro. Solo se me ocurrió un lugar, un lugar único, un lugar donde mirar al infinito y pensar. Un mirador, donde tantas veces me abstraje de todo, menos de la vista inmensa de Santiago que allá abajo, a lo lejos, parecía paralizado, aunque ardiente de luces. Seguí el trayecto elegido sin dudar un segundo, y por un enmarañado de calles empinadas, rodeadas por casas de tamaños sobredimensionados, que solo podrían existir en un país de grandes contrastes como el mío.
A medida que iba ascendiendo el aire frio que a cada curva entraba al auto me indicaba la cercanía de mi pequeño refugio personal, donde compartiría unicamente con una liebres y un par de fumadores melancólicos o enamorados, absortos como yo en sus ideas. La cercanía del lugar donde hacia mucho había estado ventilando mis dudas y temores, me produjo una alegria legítima y casi infantil.
Llegué al mismo lugar donde solía estacionar el auto, justo ahi, al borde del mirador. Una distinción que esperaba encontrar... y es que el camino no terminaba en tierra, sino en una alta vereda, y a mis espaldas un hilera de mansiones de proporciones desmesuradas. Sin embargo frente al abismo, de cara a Santiago el terreno seguia natural, sin construir. Entre el borde del camino y la pendiente, un pequeño paseo, de pasto, senderos y bancas, protegidos con una cerca que impedía el paso de un nostalgico como yo hacia al borde de la pendiente. Estos cambios me produjeron una sensación de gusto y decepción. Por un lado la ciudad de cielo rojizo de primavera, abierta, pacífica y domada ante mis ojos, y por otro la urbanización a lo natural, impertinente, cuadrada y ordenada. Al menos nada obstruye mi vista, nada impide mi inspiración. Seguí unos metros mas adelante, complacido por lo que veía, buscando el borde más bajo de la vereda hasta toparme con un letrero que leí incrédulo unas 10 veces..."prohibido estacionar entre las 22 horas y las 8:30 de la mañana". Pensé en cuales serían las razones para impedir el estacionamiento entre dichas horas, mientras buscaba el borde más bajo de vereda, con tal de estacionarme como siempre lo hice, es decir, al borde del camino, poner musica bajito, solo para mi y mis pensamientos, y apoyarme en el auto a sentir el viento no tan helado de primavera, y pensarme un par de puchos. Y así lo hice. La vereda rebajada la encontré, aunque tuve que sortear unos tubos de acero, enterrados con cemento en las partes bajas, mientras me sentía directamente afectado e individualizado en mi cometido por un momento de tranquilidad...solo un momento de paz.
La tranquilidad deseada fue sustituída por la inquietud de que apareciera un escarabajo de color rojo con un proyecto de policia en su interior, y escuchar un "ca-alléro, no se puede estacionarse ahí".... o peor que me hecharan a correr una tropa de enardecidos vecinos envalentonados por sus perros rottweiller a gritos del estilo "vayanse mariguaneros degenerados de nuestras vistas"...
Algo anda mal en Santiago. No se puede permitir que el gusto de mirar la ciudad sea exclusividad de pocos. Vamos todos a mirar Santiago desde la alturas, a la antigua, como nunca más se pudo en La Reina. Podrás encontrar el camino al mirador justo aquí.
A medida que iba ascendiendo el aire frio que a cada curva entraba al auto me indicaba la cercanía de mi pequeño refugio personal, donde compartiría unicamente con una liebres y un par de fumadores melancólicos o enamorados, absortos como yo en sus ideas. La cercanía del lugar donde hacia mucho había estado ventilando mis dudas y temores, me produjo una alegria legítima y casi infantil.
Llegué al mismo lugar donde solía estacionar el auto, justo ahi, al borde del mirador. Una distinción que esperaba encontrar... y es que el camino no terminaba en tierra, sino en una alta vereda, y a mis espaldas un hilera de mansiones de proporciones desmesuradas. Sin embargo frente al abismo, de cara a Santiago el terreno seguia natural, sin construir. Entre el borde del camino y la pendiente, un pequeño paseo, de pasto, senderos y bancas, protegidos con una cerca que impedía el paso de un nostalgico como yo hacia al borde de la pendiente. Estos cambios me produjeron una sensación de gusto y decepción. Por un lado la ciudad de cielo rojizo de primavera, abierta, pacífica y domada ante mis ojos, y por otro la urbanización a lo natural, impertinente, cuadrada y ordenada. Al menos nada obstruye mi vista, nada impide mi inspiración. Seguí unos metros mas adelante, complacido por lo que veía, buscando el borde más bajo de la vereda hasta toparme con un letrero que leí incrédulo unas 10 veces..."prohibido estacionar entre las 22 horas y las 8:30 de la mañana". Pensé en cuales serían las razones para impedir el estacionamiento entre dichas horas, mientras buscaba el borde más bajo de vereda, con tal de estacionarme como siempre lo hice, es decir, al borde del camino, poner musica bajito, solo para mi y mis pensamientos, y apoyarme en el auto a sentir el viento no tan helado de primavera, y pensarme un par de puchos. Y así lo hice. La vereda rebajada la encontré, aunque tuve que sortear unos tubos de acero, enterrados con cemento en las partes bajas, mientras me sentía directamente afectado e individualizado en mi cometido por un momento de tranquilidad...solo un momento de paz.
La tranquilidad deseada fue sustituída por la inquietud de que apareciera un escarabajo de color rojo con un proyecto de policia en su interior, y escuchar un "ca-alléro, no se puede estacionarse ahí".... o peor que me hecharan a correr una tropa de enardecidos vecinos envalentonados por sus perros rottweiller a gritos del estilo "vayanse mariguaneros degenerados de nuestras vistas"...
Algo anda mal en Santiago. No se puede permitir que el gusto de mirar la ciudad sea exclusividad de pocos. Vamos todos a mirar Santiago desde la alturas, a la antigua, como nunca más se pudo en La Reina. Podrás encontrar el camino al mirador justo aquí.
5 comentarios:
La muerte. Y se me había olvidado los miradores. Cosa tan auténtica de Santiago. Y también, en pleno olvido de cuanta cosa (sonrrojo) que uno ha hecho bajo delirio (inducido o no, no importa) cuático.
Perrin, too much. Las memorias y corazoncitos revueltos...
Y con qué me sacó el colorado?
Y cuál es tu mirador favorito?
A mi me gustaba el del StGeorge, porque se podía bajar por un camino de tierra, y ahí, contemplar las luces.
Puras ilusiones, of course.
Yo no conozco los miradores... yaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
Que buena la del camino pa llegar...
recuerdo que cuando llegue a esta ciudad me llevaron a ver santiago desde el san cristobal, yo maravillado con el manto de luces que llegaba hasta el horizonte y el ruido de la ciudad que sólo me recordaba al mar.
Slds
Tras años de ir a chupar con minas a los miradores, se acabaron.
Mucho asaltante nomás, viejo.
Abrazo,
AAB
Perrin-
ESTOY EMPUTECIDA.
CACHA ESTO: en 1996 Barrick le dió pega a las chicas Velasco (extend comunicaciones, and yes,hijas del Belisario) y a su socio trivelli para que hicieran lo que hacen bien,lobby. Y ergo, Pascua Lama, y demases tratados individualizados. Siguen siendo sus mayores clientes.
Bueno, ahora sacaron al Claude de la Oceana a la misma vez que -aguanta el olfate-CONTRATARON A EXTEND, las mismas que manejan el PR de Barrick!
Aquí hay cuanto gato encerrado...
veropen letter en el blog y comenta/copia/qué sé yo....
Ladrillos indignados-
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