miércoles

Se fue Ovalle...a agarrar a doña felicidad de las barbas...

Andrés Ovalle, habitante ocasional de este país decidió volver. Armó sus maletas, embarcó sus pinturas y se fue, sin apuros de vuelta a Chile. Había venido a Washington y luego a Philadelphia, a tratar de organizar algo que le diera sentido seguir ese segundo más, en este país tan hostil a la aventura humana. Lo que obtuvo no cumplió sus expectativas. Arregló sus escasas pertenencias y se fué, no sin antes estar en mi casa 4 días, mientras trataba con sus contactos en esta ciudad. Conversamos un montón. Había tenido problemas con su novia en Nueva York, donde ocasionalmente habitaba, pero no parecía ser ese el problema desencadenante de su desánimo. Era algo más profundo, más relacionado con el sentido de la vida, el sentido del lugar, de las personas que te rodean, de las calles, de los climas, de los olores, de todo eso que inconscientemente te hace tomar una decisión más o menos radical en tu vida.
Encontrandome yo mismo en una crisis de no saber que cresta hago en este país, sus palabras me tocaron profundamente. Se me ocurrió que es talvez tiempo de iniciar mi própia cuenta regresiva de vuelta a Chile. Andrés, en medio de una botella de tinto a medio consumir me dijo: sabes que Pablo? no tiene sentido ser infeliz, menos lejos de tu tierra, no tiene sentido sufrir sin un objetivo de por medio.... No tiene sentido sufrir si no tienes a tu gente que te apoye, para eso están, para eso estás tu por ellos... Al escucharlo sentí que algo tan simple de saber no lo tenía claro. Hablamos de fantasmas, el temor a la soledad, al fracaso y a la decepción. A pesar que nos ganamos la vida haciendo cosas tan distintas, él pintor y yo.....(quizá algún día lo tenga claro), nos quitan el sueño exactamente los mismos demónios, que conspiran contra uno, ensañados en nuestra condición de naufragos, semi felices, agarrados a un hilo de esperanza, a que todo será mejor un día, y que debemos recorrerlo todo en busca de inspiración, él para su arte, y yo para...(estoy tratando de averiguarlo..). Le di mi opinión de que quizá ya había acumulado suficiente experiencia en este país, y de que todo lo que hiciera a partir de ahora sería sumar, pues yo creía que ya lo había logrado: vivir acá sobre los 3 años de aventuras, viviendo lo invivible. Había hecho algunas exposiciones y logrado insertarse en una sociedad tan metálica, agresiva, superficial y gaseosa como la americana. Que estuviera tranquilo si decidia por fin volver, pues si no se fue llorando a gritos a Chile a los pocos meses de haber llegado acá, a los 3 años se había probado a si mismo 'y al mundo' que lo había logrado. Que irse no era por ningun motivo una derrota. Hablamos de sus planes futuros, de sus sueños de pintor, su intención de enseñar, de exponer en nuestra tierra de amigos en común, tierra de buenos amigos, del buen vino, y de la buena conversa...
El día siguiente Andrés se fue a Philadelphia. Tenía un par de reuniones para lograr una exposición. Lo acompañé camino al metro. Llevaba una maleta pesadísima donde andaba trayendo un par de trabajos recientes. Debo reconocer que aquellas obras, oscuras y de funcionalidad decorativa, no representan el mejor estilo de Andrés, ni la gran calidad de sus obras anteriores, y reflejan una etapa artística quizá para olvidar. Andrés justificaba esos cuadros diciendome: estas son las cagás que compran los gringos pos gueon...!
No se que efecto tuvo esa conversación en Andrés, pero me llamó hace un par atrás de días desde Nueva York, para despedirse. Me dijo, con un disfrazado entusiasmo: Estoy mandando todo por barco. Pasan a buscar mis pinturas en unos días, la carga llega a Chile en un par de meses. Me llamo para despedirme...ese día de nuestra conversación estuve toda la noche pensando... el día siguiente, mientras caminaba por Philadelphia cagado de frío porque el gueon del cónsul no me pudo atender, llegué a la conclusión que es la hora de partir... ya está bueno ya. En sério? De verdad mandaste tus cagás por barco? (le llamabamos así a sus pinturas). Bueno, está bien, te felicito, le dije, te aplaudo por tu decisión y créeme que te envídio, me gustaría ser tu tomando ese avión a Chile. Esta tierra no te merece, y no se merece a nadie, dije. Hablamos banalidades, nos reímos un poco. Mandó saludos a mi polola, me dijo que no la dejara nunca, que me convenía mucho, que era una excelente mujer para mi, estay listo pa' la foto, me dijo, que me deseaba muchísima suerte, que gracias por todo. Le deseé mucha suerte igualmente, que se fuera tranquilo, y que se fuera sin arrepentimientos, sin mirar atrás...le dije. Me hizo prometer que lo visitaría, que sería un gusto tenerme en su casa y que terminaríamos inevitablemente en algunos de los tantos antros de Valpo. Buen viaje le dije y un gran abrazo amigo, nos vemos...
Por algunos minutos me quedé como desolado. La analogía es cómica, pero no pude avitar sentirme como Tom Hanks en la película 'Náufrago', cuando se despierta y la pelota Wilson se le había ido de la balsa. No que fueramos inseparables amigos, de hecho nos vimos muy pocas veces en los 3 años que Andrés estuvo en Estados Unidos. Pero algo importante significaba su presencia acá, sus aventuras. Un chileno, sufriendo al igual que yo, con quien compartir una buena conversa, las aventuras de la soledad y las rudezas pasadas. Cuando corté con Andrés, estaba comprando un café. Quedé mirando con el pensamiento lejos, al atendiente que me decía con cierta molestia en su cara hostil: one dollar fifty, sir.
A partir de eso, me dije que había que hacer algo al respecto, la vida es y puede ser mejor. Al final todo conspira para que así sea. Al menos fue esa la promesa que me hice en el año nuevo: ser feliz, o ser mucho más feliz.
Ayer, un par de semanas desde la partida de Andrés, lloré con la cabeza escondida sobre el vientre de mi polola. Se me habían juntado demasiadas cosas en mi cabeza. Entre otras cosas el descontento hacia mi trabajo, mis temores, mis fantasmas, mis decepciones, mis sueños no cumplidos (que sueños?), lo que no me gusta, lo que sé, lo que no sé, lo que quiero (si lo supiera..), lo que no quiero, lo que soy y sobretodo lo que no soy a mis 34 años. Todo se juntó ayer en la misma esquina de las calles de mi conciencia, y se dieron un festín conmigo. Lloré como no lo hacia desde hace un montón de tiempo. Fue agradable, casi unas vacaciones, como si me hubiese sacado medio camión de cemento de encima. Queda aún la tarea pendiente por cumplir, y a esa hay que darle la prioridad que le dió Andrés, mi amigo artista, creador de vidas a punta de pincel, que se fué con urgencia a agarrar a la felicidad de las barbas, mirarla a los ojos y exigirle una buena explicación...

Por ti brindo amigo Andrés Ovalle, esta nota la he escrito en tu honor, deseandote que seas doblemente feliz en tu tierra...

3 comentarios:

Irarrazabal dijo...

Asi es la vida, un horroroso espiral lleno de ciclos y loops.
Hay quienes se atreven a tomar un atajo y avanzar mas rapido, pero como un juego de dados, siempre te sale el "vuelve a la partida" y debemos recomenzar.
Yo, por mi parte, sueño con publicar algún día un libro con mis versos tejidos con puntadas de mis venas. Aquí no podré, fuera... tampoco.
La felicidad tiene cara de angel y cuerpo de mono saltarín, no te dejes engañar por su rostro y fíjate bien donde va a llegar con sus saltos.
Saludos.

Anónimo dijo...

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