domingo

Sábado 2 de Abril


Ayer, sábado 2 de Abril el papa murió. Yo estaba al tanto de su delicada salud, pero miraba escéptico los despachos de CNN que advertían su muerte inminente. Están faltos de noticia pensé, al papa le queda para rato, aún le quedan varios sermones por repartir...

Ayer dormí prácticamente todo el día. La noche anterior había salido, y había llegado muy tarde a mi casa. Decidí levantarme y sacudirme la modorra como a las 5 de la tarde y ponerme al día con todo lo pendiente. Me duché y corrí a la peluquería esperando encontrarla abierta. Hacía ya un mes que postergaba el corte de pelo, y la barba demasiado larga no me daba el aspecto ordenado que me exige la formalidad de mi trabajo. Mientras corría a la peluquería, sobre mi cabeza el cielo negro amenazaba una tormenta.
Ya sentado en el cómodo sillón, le comentaba a mi peluquera salvadoreña como quería las patillas. Mientras tanto, en la tele colgada al techo hablaban respecto al Papa al igual que al día anterior. Estos gringos pensé, siguen haciendo noticia de la nada.
Con la mitad de la cabeza trasquilada y medio bigote (dándome un aspecto un tanto ridículo), alcancé a escuchar desde la televisión algo que me cortó la respiración. Decía el periodista con voz solemne, "…el cuerpo de pontífice será velado durante 9 días en la basílica de San Pedro..."
Se murió el Papa? Pregunté a mi peluquera con sorpresa. Si, me dijo. Pero como, en que momento? pregunté. Hoy en la mañana respondió. Por dios, dije, no tenía la menor idea. Estaba muy enfermo, me dijo ella, como si yo ni siquiera me hubiese enterado de ese hecho. Y como quiere el bigote? Me preguntó, ajena a mi reacción.
No soy un católico ferviente, nunca voy a la iglesia, ni tampoco rezo, pero su muerte me entristeció profundamente. Su figura la respeté y la admiré, y siempre fui crítico a tratar su figura con ligereza. Cuando niño estaba convencido de que el Papa era Dios, o lo más cercano a él en la tierra. Así lo sentí con aún más fuerza cuando esperé su paso a bordo del Papa móvil, apostado junto a mi familia en frente de la casa de mi tía Katy, en la Avenida Américo Vespúcio una mañana del año 87´. Yo tenía 16 años, y a pesar que en mi aún quedaba algo de esa inocencia que tanto anhelo, creo que hoy hubiese reaccionado con la misma a ansiedad y júbilo al verlo. Su pasó fue fugaz. A pesar de eso su figura angelical, carismática, imponente, pensé, solo podía corresponder a él, al hombre más divino entre todos nosotros.
Al enterarme de su muerte, ahí en la peluquería con la chasquilla colgando mojada, y con medio bigote faltando, no pude evitar sentir un profundo vacío, y por un largo momento mi mente se alejó de ese lugar tan inapropiado para la tristeza o la contemplación. Me sentí sólo, desprotegido, como cuando niño mi padre viajaba por largos días. Sentí que ya nada sería lo mismo, ni siquiera con un nuevo Papa.
La noche anterior nos habíamos reunido unas 10 personas en la casa de un amigo. El tema papal ni se tocó. Supongo que su muerte era poco probable para todos. En vez de eso hablamos de las banalidades de siempre, auspiciadas por una botella de pisco que se hizo aire y otra de gin que corrió similar suerte.
Terminamos en un bar gringo en Dupont. En los televisores del bar, los televisores transmitían sin cesar las últimas noticias del Vaticano. La gente ahí presente sin embargo, inmune a lo espiritual, bailaba y se rozaba con fervor religioso al ritmo hip hop. Algo no me calzaba en ese cuadro. Por un lado los cuerpos producidos, cinturas y escotes al aire. Por otro las escenas del Papa, su rostro decaído, sereno, al ritmo de 50 Cents y P.O.D. Podrían al menos cambiar el canal, le dije a un amigo. Será que realmente va a morir? Pero no me abstuve de pedir una cerveza, y otra mas, y de reír y de desear a esas rubias torpes que poblaban el lugar.
Así fue entonces como el sábado el Papa murió, a solo unas pocas horas de las imágenes en el bar, en un mundo que seguía pensando en pagar sus cuentas, en trabajar, en alimentarse y en sacudir sus frustraciones y estreses con alcohol. Ni el bar cerró, ni sus televisores no dejaron de repetir las escenas del Papa siendo velado al ritmo de Byonce. Tampoco las peluqueras dejaron de atender animadamente a sus clientes, entre ellos yo, que seguía sentado con la chasquilla mojada peinada hacia al lado, escuchando la animada conversación de las peluqueras que discutían de cuando sería la edad más apropiada para morir.
Afuera llovía con violencia. Volaban paraguas, ramas y bolsas. Fantaseé con un cielo que lloraba la muerte del pontífice, y un diluvio furioso que nos ahogaría castigandonos a todos, incluyéndome a mi con mi peinado nuevo. Un diluvio pensé, que limpiará a la fuerza de la tierra todos nuestros desatinos, pecados y desconsideraciones, pues además el único que nos defendía ante las reprobaciones del Espíritu Santo para más remate se nos había acabado de morir, en ese 2 de Abril, del año 2005, no sin antes haber hecho todo lo humanamente posible para eliminar sin suerte tanta banalidad que nos ensucia.
Si eso ocurría, percebí que moriría primero, pues el diluvio estaba empezando por el lugar que más merecía una limpieza, pues si el demonio habita en algún lado tiene que ser en Washington DC, disfrazado de lobbysta o presidente de la república....

Amung us

Google News Chile - Chile