martes

Cosi

Sentada a unos escasos metro y medio hacia mi izquierda, una atractiva mujer. Parece italiana, o quizá de algún país árabe, aunque su piel es más bien pálida. Tiene una elevación ligera en su tabique, podría ser judía, pero su caída es definitivamente delicada. Sus ojos son bellos, vivos y alegres. La extensión de sus muslos me indica que es alta.

Lee una revista, que alterna con el teléfono y las lechugas en su plato. Sus manos son fuertes, de uñas muy cuidadas, de dedos largos y decididos.

Estamos en diagonal, casi frente a frente. Al terminar la ensalada habló por teléfono y lágrimas brotaron de sus ojos. Ahora mira hacia el horizonte y piensa, absorta en algo muy suyo. Parece disfrutar este domingo fresco de verano recién terminado. Su ropa ligera me indica que salió de casa más alegre de lo que se encuentra ahora. Me separa de ella un gran ventanal, que me impide hablarle o estirar la mano con una servilleta y decirle: “toma, para tus lágrimas…todo va a estar bien, don’t worry….” Sentí deseos de reconfortarla, ir afuera y entregarle la servilleta, pero me contuve por el eterno temor al ridículo. Tiene un cuerpo atractivo, acentuado por el vestido suelto que apenas roza su figura. Le cuelga un cabello castaño interminable, brillante. Que pasará por su cabeza?

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